Había una vez un libro que se leía a sí mismo, bueno más que leerse se devoraba. Todo empezó de forma accidental cuando...
...un joven llamado Robin le pegó un tijeretazo, entonces el libro levantó el tejido cortado y leyó un fragmento de su propio texto. Al descubrir que escondía una idea desacorde con los tiempos actuales, una idea nazi, decidió que nadie debía leerlo y se fue destrozando poco a poco. Sus dueños, unos chicos neonazis, al verlo, se enfadaron y buscaron al culpable. Dieron con Robin y lo encerraron en el sótano. Al día siguiente, cuando uno de los carceleros bajó con comida envenenada para el prisionero, el libro se abalanzó sobre él el tiempo suficiente para que Robin huyera. El libro acabó quemado, pero murió feliz.
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