En la antigua Roma los ricos tomaban tres comidas al día mientras que los demás debían conformarse con una, la cena, que se tomaba entre las tres y las cuatro de la tarde.
Los más pobres no tenían cocina en casa y compraban la comida en la calle: buñuelos, salchichas, cebollas, frutas...
Los más ricos daban banquetes a sus invitados en el triclinium, un comedor en el que se tumbaban en divanes y disfrutaban de música, bailes y manjares como ostras, erizos de mar, atún, carnes asadas, pasteles, frutas, frutos secos y vino de rosas.
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